domingo, 25 de enero de 2009

01:06

Bajó a la cocina, había pasado la media noche hace más de una hora, empezaría a soñar con un vaso de leche fría y orgánica. Abrió la puerta del refrigerador y salieron entonces más de diez voces aborígenes cantando en coro, sorprendiendo y gustando, un coro aborígen en su frigorífico, ¿que más podía encontrar?
De pronto una rama sonaba a la par del viento, pero no había árboles y la casa entera dormía, era un pasaje en realidad, la historia de una cucaracha adentrándose en un refugio de cartón y maíz contaminados. Un cortometraje de medio minuto en la alacena, desapareció. La cucaracha no quería más suspenso así que volvió a callar.
Esta vez se escuchó un festival de canto coral, que incluía desde voces gregorianas de la estufa, tenores bien preparados en el refrigerador y sopranos en la chillante puerta de la cocina.
En el dormitorio, buscaba la pijama, pero que sorpresa al descubrir a los abrigos de su madre presentando una exquisita danza interpretativa, excelentemente ejecutada y con honores para un pesado abrigo de peluche que se movía con la finura necesaria.
El aliento se le había ido con tantas obras magníficas, fue al baño y tomó el cepillo de dientes, enseguida la pasta dental salió disparada, pero no era blanca, era azul cielo y de mil colores más, su dentadura quedó increíble, tanto arte le había provocado un fuerte insomnio, pero ya era hora de dormir, ya eran más de las 3 de la mañana y no dejaría al sol pudrir las obras que encontró.

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